jueves, 1 de mayo de 2008

La Educación Social y el control de los adolescentes en conflicto con la ley penal. Diego Silva Balerio y Martín Rosich

No es únicamente el maestro, profesor o el educador social quienes presentan los pormenores del entorno global de la época, sino que existen otros medios, carentes de teoría pedagógica, que también lo hacen, y muchas veces con mayor éxito. Nadie puede dudar acerca de la incidencia en la transmisión de cultura que representan los medios masivos de difusión, y dentro de ellos la televisión cumple un papel fundamental. Son ejemplos paradigmáticos los programas de Marcelo Tinelli, o los actuales que muestran la “vida en directo”, con masiva audiencia entre los uruguayos. Como educadores no podemos ser ciegos ante esta realidad, debemos utilizar esos elementos de tanto impacto para problematizarlos, discutir acerca de ellos y evitar su naturalización.

El joven sometido a los constantes estímulos de una cultura globalizada, no encontrará otro sentido más allá del consumo excesivo y superfluo. La educación no puede estar paralizada ante estos hechos, debe discutirlos, reflexionarlos y criticarlos junto a los jóvenes, superando la naturalización por muy repetidos. La propuesta educativa debe incluir instrumentos que los ayude en la tarea de entender el "mundo", donde pueda ubicar su lugar y sobre todo elegir un camino, una trayectoria que se inicia sin un destino predeterminado. Acá volvemos a tomar un concepto de Violeta Nuñez que es clarificador de la función y el rumbo de la educación social: el ANTIDESTINO, (en ninguna otra parte se habla expresamente del antidestino) que en el marco de nuestra práctica emerge como sustancial al tiempo de pensar y concretar el proyecto educativo. Porque si con la práctica educativa esperamos que el sujeto de la educación adquiera un tipo de comportamiento o forma de vida, estamos moralizando no educando en y para lo social. Mientras que la verdadera educación social es la que persigue el antidestino, es decir la transmisión de contenidos culturales para que el sujeto se desempeñe con ellos de su manera particular, y en el rumbo que elija. Y esta acción educativa, no es otra cosa que la expresión de la responsabilidad de toda la sociedad, de combatir la desigualdad desde el terreno de la educación. Aunque debiendo dejar de lado cierta omnipotencia de creernos seres especiales por "realizar la dura tarea de trabajar con los más pobres", y asumir que dicha tarea es una responsabilidad como ciudadanos, y por otro lado, nuestra responsabilidad profesional como educadores.

En definitiva, el desafío está en la integración social real del sujeto de la educación, integración que no significa su adiestramiento en la habilidad de ser joven y pobre sin afectar los intereses del resto de la sociedad, sino en la asunción de su condición de ciudadano, en el ejercicio de sus derechos, y en el cuestionamiento del orden social.

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